Volverme a enamorar

8-2-segundos-El-tiempo-que-lleva-enamorarse-1.jpg

Hace muchos años que no me enamoro. De hecho, hace más de 5 años que ni siquiera siento ese afán por ver a alguien o la ansiedad de la espera de una llamada, o la piel de gallina por un beso robado en el cuello, o una conversación aparatosa por teléfono mientras le doy vueltas a la mesa del comedor. Hace tiempo que no vivo los planes del día a día ni los sueños de futuro. Incluso me es difícil recordar un arrunche mañanero o un duchazo en compañía, una conversación que me rete o un consejo que me aterrice. No he sentido ese mini infarto que suele darme al ver a mi hombre vestido de smoking o recién bañado con la toalla colgándole de la cadera, o a lo lejos teniendo una conversación con seguridad, con gracias y con humor; esos segundos de admiración y orgullo que disfruta cualquier mujer enamorada.  

 

Bueno, en fin, han pasado muchos años en los que me he dedicado a mi, a lo mío, a los míos. Después de curarme heridas y de fortaléceme y de asegurarme de construir una vida feliz, tranquila y digna de un chévere compañero de viaje, heme aquí, con todo eso pero sin amor. A ratos creo que ha sido por elección y a ratos por omisión. A ratos creo que lo mejor ha sido ese enfoque con ese desprendimiento y a ratos me cuestiono si realmente es mejor seguir haciéndolo sola que acompañada. La verdad es que no lo pienso ni lo cuestiono muy a menudo, es que me distraen los retos que me he puesto, y la tranquilidad de la rutina hoy en día es un bálsamo para la madurez, que me da razones para estar satisfecha, y me encamina a escoger que esfuerzos vale la pena hacer, cuales riesgos correr  y cuales son mas desgastantes que “rentables”.

 

Hoy, viendo un simple final feliz de una de esas historias de ficcion donde todo es perfecto, donde cada palabra y cada imagen, cada sonrisa y cada expectativa se cumple. Dejándome “embaucar” por otra historia mas de un amor que parece luchado, donde el hombre más difícil, disperso y esquivo, tarde que temprano se estrella contra esa realidad “obvia” y se dispone a hacer cualquier gesto romántico para conseguir a la mujer que ama; la que es su excepción a la regla. Pues bien, solo unos minutos de Hollywood y su magia me revolvieron los colores, los dolores, los recuerdos, los deseos, y sin pensar en finales felices o en cotidianidades llenas de retos, me entraron unas ganas locas de enamorarme. Si, enamorarme como cuando todo sobreexcita, como cuando todo me hace sonreír, cuando las sabanas verdaderamente se pegan y el reloj va tan rápido que el tiempo nunca es suficiente. 

 

No sé si es mucho pretender, pero quiero enamorarme por sorpresa, en persona, sin dudas, con intensidad y afanes de pasión. Quiero que la vida me de una vuelta y ponga en mi camino un hombre que me intrigue, que me esquive mientras me persigue. Un hombre que se interesa, pero que mantiene un poco de misterio, un hombre con historias de vida y bagajes que lo hayan cambiado. Quiero permitirme la dicha de pensar que la vida me preparó durante todo este tiempo para ese hombre que sabrá sorprenderme, mientras me asegura que las piezas irán encajando sin explicación y sin tanto enredo. Porque ya la vida se ha enredado hasta acá y ahora es momento de gozarse los nudos, aprovechar la experiencia, los años y las cicatrices y con hilos nuevos tejer una red más solida, más aterrizada pero no por eso mismo, menos romántica. 

 

Y es que ya a esta edad no sé porque tengo la percepción de que todo esta más claro, de que ya no solo sé lo que quiero, sino también lo que no quiero. Que no harán falta años para conocerme con otro, ni transformarme por otro para escogerlo Creo que ya lo que hay que encajar, encajará sin misterio. De pronto sigo cautivada por Hollywood, pero si me gustaría creer que es la vida la que requerirá de esfuerzos, pero que el amor mas bien será un motivo para superar obstáculos y no un karma que me “castigue” o que me amarre de pies y manos. Quiero mis libertades acompañada y nada que me emocione más que volver a ser detallista, romántica, sorpresiva y entregada, mientras alguien me enseña un mundo de cosas nuevas que no conozco, que no domino y me incluye, me participa y me da opciones y versiones que antes no me planteaba. 

 

Últimamente digo que quiero una pareja “de medio tiempo” y es que quiero amor que embriague pero que no me maree, quiero conservar esos espacios míos, quiero equilibrios un poco imposibles y quiero alguien que sea par, que comparta lo que es de compartir. Pero aun un poco caprichosa, quiero ilusiones fuera de lo mío, quiero prioridades que me rompan mis costumbres de los últimos años, quiero movimientos con seguridad y quiero romance; besos, caricias, canciones que me pongan la piel de gallina, y momentos de fotos en paraísos y en viajes compartidos. Y aunque me preocupa con cada día que pasa compartir, ceder y acostumbrarme a que mis espacios y mis mañas tengan que modificarse en algunas cosas, pues oigo por ahí que el amor abre espacio sin que me cuenta y que muchas de las cosas que no practico desde años, serán como montar en bicicleta. 

 

Me aterra que ya sin confinamiento no encontraba espacios para la sorpresa de un aparecido inesperado, ahora con esta situación pues tendría que aparecer un domiciliario y con tapabocas la cosa la veo más compleja. No soy de tecnología ni de forzar con lo virtual lo que no me llama la atención, ni mucho menos me es natural, yo no se fingir, punto. Los años, la experiencia y la edad traen consigo exigencias, rigideces y porque no, miedos que justifican mantenerse al margen de lo que no emociona, ni parece digno de mi tiempo o de mi esfuerzo. Soy demasiado romántica para un mundo tan desconectado de lo tangible, del contacto, del instinto y de las mariposas en el estomago. Será mucho pedir, pero no me veo enamorándome así jamás.

 

En estos días de tanta televisión, es inevitable caer en la “trampa” de querer un poco de magia fantástica, de ilusiones color rosa, y sobretodo después de tantos años de realidades cotidianas, de retos y aprendizajes, cómo no querer el lente de Hollywood. Siento que ya es momento, que ya soy quien necesito ser y porque no; ya me lo merezco. El que no apunta alto se conforma con cerrar el amor como un negocio conveniente. Me niego rotundamente a eso. 

 

Así que les dejo este aviso en mis clasificados, por si sirve de algo para invocar esa sorpresa, esa excepción y ese guapísimo ángel caído para por fin volver a enamorarme.