Ahora resultó que soy “escritora” ¡Quién lo creyera! Además de haber sido indisciplinada y dispersa en el colegio, el tema de la gramática me parecía tal vez lo más desapacible y tedioso del mundo.
Hoy les hablo de trabajo; del trabajo chévere, del que despierta pasiones, ilusiones y diarias tensiones. De la parte de la construcción emparejada con el romanticismo espichado de la labor diaria.
El día que me quieras, un domingo como hoy, amaneceríamos con imposibilidad de separarnos, enredados entre las sabanas con un rayito de luz colándose por la cortina, pidiendo a gritos que salgamos a aprovechar el día, el sol y la felicidad de estar vivos; de estar juntos.
En este mundo tan real, los súper héroes no tienen capas, ni visión infrarroja, ni fuerza bruta, ni poder de invisibilidad. No vuelan, ni mucho menos se balancean de telaraña en telaraña.
Tengo el corazón a mil, el alma efervescente, la mente inquieta y los dedos en carne viva de la mordedera de uñas. Que impaciencia, que ansiedad, que ilusión! Han pasado dos meses desde que una idea se convirtió en un proyecto.
He perdido la cuenta del poco de sapos que han tenido el privilegios de robarme un beso y tengo contados en los dedos de las manos los príncipes a los que he sido yo quien ha logrado robarles millones de besos.
Hace algunas semanas tuve el más reciente de mis episodios de bipolaridad. Siempre mirando hacia atrás trato de entender cuál fue el detonante, el porqué y el cómo. Aún cuando no me sorprende pasar por ahí, si me inquieta saber cómo prevenirlo para el futuro.
Crecer en los 90s fue sin ninguna duda revolucionario. Fue la época de todos los grandes cambios tecnológicos, el comienzo del mundo virtual y el surgimiento de los primeros avatares.
Por sugerencia de una mujer que quiero mucho, hoy me puse a pensar en el concepto de las prioridades y sobretodo del bienestar que trae tenerlas claras.
“Se dulce, muy dulce, muy suave”. Mi abuela paterna y mi adorado padre me repetían esa frase desde que tengo memoria. Por supuesto, cualquiera que me conozca sabe que de suave no tengo sino la almohada.
Como todo en mi vida, nada lo he vivido con menos que la más salvaje intensidad; el amor y el dolor por igual. Ojalá todos hayan tenido la “fortuna” de haber tenido el corazón partido.
Aunque hoy no lo parezca, el deporte de alto rendimiento llegó a mi vida a regañadientes. Recién mudada a San Francisco, California conocí a dos amigas que a tan solo semanas de mi llegada ya me habían adoptado.
En mi casa San Valentín a sido siempre muy importante pero no precisamente por el tema del amor, así que hoy aprovecho esta buena excusa para escribir una historia que no tiene flores pero que tiene amor. ¡Qué la disfruten!
Para los que hablan abiertamente de “condiciones mentales”, bienvenidos a mi mundo. Ese que tiene todo los ingredientes, desde las construcciones colosales, hasta la destrucción masiva.
Desde hace algunos meses como es “típico” en mí, me empezó a picar el mosquito de la novedad y del cambio. No me rasqué esa roncha con afán, pero ya hace unos días convertí la inquietud en objetivo.
Durante años he perfeccionado el arte de estar sola. Ojo, vivo rodeada de la gente más maravillosa del mundo; una familia singularmente especial, unos amigos que me pintan la vida con un millón de colores y con formas que nunca se repiten.
No sé si sea una ironía, pero eran las 6:44am de un viernes 13. Haciéndole el quite al despertador y buscando excusas entre el sueño para unos minutos más de almohada y de seguridad, me resignó a comenzar el día como tantos otros.